El culto a La Hermedaña en el siglo XIX.

Gregorio Remírez Aranzadi; Luis Argaiz Velasco; Pedro García Ruiz.
 

PRESENTACIÓN.

En mayo de 1896 publicó el periódico La Rioja un artículo dedicado a la Fiesta de La Hermedaña firmado por Amando Castroviejo Nobajas.

 
Puertas primitiva y actual de Nuestra Señora del Roble de Sorzano.
 
 
 

Amando Castroviejo nació en Sorzano el 6 de febrero de 1864 y era hermano del doctor Ramón Castroviejo que fue padre del oftalmólogo de fama mundial D. Ramón Castroviejo Briones.


Comenzó sus estudios superiores en la Universidad de Granada y los continuó en la Universidad de Madrid donde obtenía en el año 1895 el grado de doctor con una tesis sobre Legislación social.

En este mismo año inició las funciones docentes como profesor de Economía y Hacienda Pública, y posteriormente de Derecho Político y Administrativo en el colegio – seminario de teólogos y juristas del Sacro – Monte de Granada.

En 1903 obtuvo por oposición la cátedra de Economía Política y Hacienda Pública de la Universidad de Valladolid; pasó poco después a la Universidad de Sevilla y en 1907 a la de Santiago de Compostela.

Son varias las razones por las que hemos decidió incorporar este artículo a la serie Hermedaña. En primer lugar porque se trata de una publicación pionera sobre el culto a La Hermedaña, en la que se recogen creencias de una época en que todavía algunos pueblos próximos a Moncalvillo como Daroca, Sojuela, Entrena y Manjarrés seguían cumpliendo el Voto de asistencia en la ermita del Nuestra Señora del Roble de Sorzano.

También nos ha parecido oportuno recuperar esta colaboración porque Amando Castroviejo nos ofrece una interpretación sobre los orígenes de la Fiesta de La Hermedaña que podemos contrastar con propuestas más recientes como la que defiende el profesor González Blanco en el número 15 de Historias de Moncalvillo.

Además, un artículo de prensa con este que presentamos es razón suficiente para dedicarle un espacio de nuestra colección.

 
 
Días 16 y 19 de mayo de 1896.
 
 


Nuestra Señora de La Hermedaña.

INTRODUCCIÓN. 

No hay, ni puede haberlas, auras más gratas que las de los lugares aquellos en que vivimos la luz primera; no hay recuerdos como los que conservamos de nuestra infancia; no hay tradiciones tan poéticas como las de nuestra región ni culto que más nos cautive y entusiasme como el que bajo advocaciones especiales se tributa a los Santos que tenemos por nuestros intercesores y Patronos.  

Y los aromas de los campos en que nacimos y las tradiciones de nuestras aldeas y el culto de nuestros Patronos aún se nos hacen más amables cuando la distancia nos separa de lo que es la vida de nuestros cuerpos y el amor de los amores para nuestras almas. 

Alejado de mi querida “patria chica”, recuerdo con pena sus fiestas, en las que no puedo tomar parte, y el sentimiento es mayor cuando al llegar el poético mes de las flores, acude a mi memoria la romería de Nuestra Señora de la Hermedaña con que los pueblos de Entrena, Viguera, Manjarrés, Nalda, Daroca y Sorzano festejan a la Madre de Dios de tal manera y con tales manifestaciones que juzgo oportuno escribir algunas cuartillas, acerca del origen, significación y culto del santuario que con los de Nuestra Señora de la Vega en Haro, Santa María la Real de Nájera y Valvanera, comparte las glorias marianas de La Rioja.
 

 
 

Sorzano, “Patria Chica” de los Castroviejo.

 
 

Anímame más a ello el deseo de precisar algunos detalles oscurecidos para el eruditísimo investigador de los anales de Sorzano, mi ilustre tío don Santiago Nobajas, cuyo solo nombre basta para escribir en su favor el elogio más acabado y completo.

 LAS IMÁGENES SAGRADAS. 

Distanciada del pueblo de Sorzano, como un tiro de fusil, álzase en lo alto de una cumbre pequeña ermita rodeada de lozanos nogales, semejando blanca paloma detenida a descansar por la amenidad de tan apacibles contornos.  

La ermita, cual los almenados torreones del castillo de Clavijo, se distingue fácilmente desde las riberas del Ebro y guarda dentro de sus sencillas paredes dos imágenes de advocación distinta, la de Nuestra Señora del Roble y la de la Hermedaña, con leyendas distintas aunque semejantes que se encargan de recordar las mujeres y trasmitir de generación en generación, refiriéndolas en las noches invernales en los trasnochos, lugares en lo que aún se conserva, y lo consigno con satisfacción inmensa, la costumbre laudabilísima de reunirse para orar y trabajar practicando el famoso lema de nuestros gremios: ora et labora.
 

 
           
Procesiones con la Virgen del Roble y La Hermedaña. Sorzano.
 
 
 

Impórtanos, por el momento, la tradición de Nuestra Señora de la Hermedaña, recogida por el autor del excelente libro, o mejor del monumento histórico intitulado “El Abraham de La Rioja”.

Según éste aparecióse a un pastor en un acebo de Moncalvillo, la imagen de la Virgen y como la viese tan pequeña la guardó en el zurrón con ánimo de colocarla en la iglesia del pueblo de su residencia.
 

 
 

 
Imagen de la “Aparecida” en las cumbres de Moncalvillo.
 

 
 

Ocurrió después, lo que en casos semejantes cuentan, que al llegar al pueblo se encontró sin la Virgen por haber vuelto al lugar donde fue encontrada, sucediendo lo mismo hasta tres veces, por lo que se le edificó, en el lugar de la aparición, una pequeña ermita.

 La piedad de los pueblos comarcanos acrecentada por repetidos favores debidos a su intercesión, hizo que se le considerase como patrona de los municipios que tenían intereses en aquel monte. No es posible dar crédito a la tradición que relata el modo de aparecerse, lo verosímil es, que como sucedió con tantas imágenes aparecidas por igual período, a medida que fue avanzando la reconquista, fueron descubriéndose las imágenes que escondieron los cristianos, temiendo a las profanaciones causadas por las frecuentes algaradas de los árabes.

 Y así debió ser, en efecto, pues como oportunamente nota Don Vicente de La Fuente “por razón del lugar o los parajes las apariciones de la Virgen van siguiendo gradualmente los pasos de la reconquista; primero, las más antiguas, en el Norte: Roncesvalles, Montserrat, Usúa y otros parajes septentrionales próximos al Ebro, luego en la Rioja y entrado el siglo XII Castilla la Nueva, Aragón, Extremadura, Murcia y Andalucía, en tiempos de San Fernando.

 ENTORNO A LOS ORÍGENES DE LA TRADICIÓN.

 Mas no basta apuntar el hecho del hallazgo de la imagen, precisa averiguar la fecha aproximada en que sucedió, la razón del nombre que lleva la Virgen y que se explique satisfactoriamente el hecho de subir en romería todos los años, durante el mes de mayo algunos de los pueblos dichos haciéndose la fiesta el día 15 en Sorzano principalmente sus mujeres, y mejor aún, las que presumiendo, por llegar a la edad núbil de mocitas, acuden a honrar a su Patrona con sendos ramos de acebo, más grandes con frecuencia, por prurito de alardear de fuertes, de lo que conviniera para su fácil manejo y que engalanan con algún recargo de vistosos pañuelos de seda, cintas de varios colorines, lazos caprichosos, cordones, escapularios y estampas, recogidos después de registrar el fondo de los cofres y de acudir al favor de los vecinos.
 

 
 
Las Doncellas suben los ramos de acebo a la Virgen.
 
 
 

¡Qué hermoso y qué poético espectáculo, el que ofrece la Inocencia y la Pureza afanosas de agradar con sus esfuerzos a la que toman por espejo de tan excelsas virtudes! ¡Con qué inefable gozo recuerdo aquellos días, no muy lejanos, de mi niñez, en que con mi traje endomingado, hueco a fuerza de almidón, subía también a visitar a Nuestra Señora de la Hermedaña, ensanchando los pulmones para recibir los agradables efluvios que pródigos exhalan abundantes lirios y cantuesos y adelantándome en unión de mis compañeros para tener el gusto de saludar a la Virgen antes que las mozas y poder desde lo alto contemplar la ascensión de la comitiva que nos ofrecía pintoresco aspecto por la variedad del acompañamiento y la agitación de colores que producía la brisa al mover las cintas y pañuelos de las ruecas!

Volviendo a la fecha en que se inventó la imagen, como la tradición refiere que se le hizo ermita en el mismo tiempo de encontrarla, fácil es sacar la fecha aproximada por inducción atendiendo a que el sentido etimológico de la palabra Hermedaña, nos indica que existía el culto durante la estancia de los árabes en la Rioja, la cual abandonaron forzados por las derrotas de Ordoño I de León y Sancho I de Pamplona, que les expugnaron las plazas de Albelda y Viguera, respectivamente por los años 923 y 924 de nuestra era según el cronicón albeldense y el testimonio del historiador árabe Masualdi. 

Con dos nombres se conoce la advocación de la imagen de que me ocupo: Nuestra Señora de la Almedaña y Nuestra Señora de la Hermedaña que es el que adopto para no apartarme de la opinión del citado don Santiago y por razones que expondré, fundadas en el parecer autorizadísimo del más sabio de los arabistas del día, mi querido amigo y maestro don Francisco J. Simonet.  

Opina este ilustre orientalista que el nombre actual cualquiera que sea su etimología es corrompido y atendiendo a su actual estado puede provenir de Almudaina que significa fortaleza para Almedaña o de metana que tanto quiere decir como límite que por sucesivas corrupciones vino a decirse El-metana, El-metaña y en nuestros días Her-medaña.
 

 
 
Ruinas de La Hermedaña en la actualidad.
 
 
 

Ambas soluciones son admisibles: pero  yo me inclino a la última. Para admitir la primera sería menester que se me probase la existencia en algún tiempo de una fortaleza en el lugar de la antigua ermita, lo cual nadie hasta ahora ha hecho y lo que es más, ni siquiera lo ha intentado.

 La segunda solución es preferible por encontrarnos que las estribaciones de los montes Dixtercios, en donde radica Moncalvillo, son las ramificaciones últimas de los montes de Oca y sierra de Cameros, límite a donde llegaron las armas agarenas y separación de dominios, como nos lo enseña el citado La Fuente, al decirnos en su celebrada obra “Vida de la Virgen María con el culto de Nuestra Señora en España” que la sierra de Cameros era el antemural de cristianos y musulmanes.

  LA PROCESIÓN DE LAS DONCELLAS.        

 Precisada la época de la construcción de la ermita que ocupó primitivamente Nuestra Señora de la Hermedaña próximamente en la mitad del siglo X y admitida como más probable la solución que asigna provenir de metana el nombre de Hermedaña con que generalmente se le conoce, réstame intentar dilucidar a qué obedece la costumbre de subir a la ermita determinado número de doncellas con grandes ramos de acebo adornados en la forma dicha, costumbre que solo practica hoy el pueblo de Sorzano.

  Don Santiago Nobajas dice en el folio 25 de su “Manual del Ayuntamiento de Sorzano” que es tradición constante que tuvo principio y motivó la rogativa (alude al hecho de subir con ramos) para dar gracias al Señor por la exención del tributo que pagaban los cristianos a los moros de cien doncellas.
 

 
 
Las Doncellas con los ramos (ruecas).
 
 
 

La crítica histórica ha depurado los hechos mostrando con perfecta claridad cuán injusta acusación cayó por largo tiempo sobre Mauregato atribuyéndole el haber consentido tributo tan vergonzoso, y hoy, la leyenda de las cien doncellas sólo se refiere cuando más en romances, y como muestra de lo que la fantasía popular inventa y del tesón del vulgo – en el amplio sentido de la palabra – para retener consejas.

 La etimología admitida del vocablo Hermadaña, el estado social de los pueblos dichos, en el tiempo indicado como probable para la construcción de la primitiva ermita y la misma fiesta que aún celebran las doncellas subiendo al santuario actual con ramos de acebo que llaman ruecas, continuando así tradición antiquísima, están diciendo a mi entender, que es muy otro el origen de la romería, que conmemorar la extinción del tributo, cuya certeza hace constar don Santiago se ponía en tela de juicio por ilustres historiadores.  

Respetando todas las opiniones, es mi parecer, que en aquella época (la de la construcción de la ermita) de turbulenta agitación, dada la poca seguridad en el cultivo de la tierra se dedicaban los pueblos fronterizos a las posiciones árabes, al pastoreo, por ser riqueza más fácil de eludir de las constantes depredaciones y rapiñas del pueblo sarraceno, ocupados en apacentar los ganados, bajándolos a los llanos durante el invierno, mas a la llegada de la primavera y con ella el tiempo de las algaradas o aceifas o correrías muslínicas, procuraban los cristianos retirar el ganado y poner en salvo a las mujeres, ancianos y niños, en los lugares seguros, mientras que los hombres se preparaban a la defensa del territorio o a proseguir la reconquista según el ánimo más o menos belicoso de los monarcas.

 Parece, pues probable, que de los pueblos dichos de Rioja, se retirasen los inhábiles para la lucha a la sierra de Cameros, término metana, al que llegaban los sarracenos en sus excursiones por el territorio cristiano.

 Nunca, como entonces, se ha verificado la división del trabajo por sexos; los hombres defendían contra los bárbaros sectarios del Korán nuestra santa Religión, y con ella la libertad, la propiedad y el honor de la familia; las mujeres, ya que no podían ayudarles en la lucha, guardaban los ganados, y entre otros trabajos hilaban las telas y lienzos con que habían de cubrirse los combatientes.

 Y como a estas ocupaciones daban preferencia durante las forzadas reclusiones, que comenzando en la primavera terminaban con los primeros fríos, y era ocupación preferente hilar según queda indicado, así como los jóvenes partían animosos a la lucha al permitírselo su edad, es lógico suponer que las muchachas harían puntillo de honor el tomar la rueca, cuanto antes pudieran, para ayudar a las demás mujeres en sus tareas cotidianas.

 De aquí, que aun en nuestros días, como expresé más arriba, llámese subir la rueca al hecho de subir los ramos y que cual si fueran verdaderas ruecas se cortan de acebo, árbol preferido por las abuelas para construir el dicho utensilio, con el que entre sueño y sueño y mil vueltas de huso hilan su copo en los modernos trasnochos.
 

 
                        
Rueca. Museo Nacional de Antropología.                                                       Mujer hilando. Ultramar.
 
 

                                             CONSIDERACIONES FINALES.                                                                        

Con repetición he aludido a la primitiva ermita, y para terminar este artículo, más largo de lo que en un principio pensé, haré constar que la ermita se construyó cerca de los confines de la jurisdicción del monte Moncalvillo, perteneciente a las llamadas villas de Iregua, con los montes de la villa de Daroca. 

Gustoso, para probar el antiguo fervor hacia su Patrona, por parte de los pueblos que cité en el comienzo de este trabajo; haría relación del pleito que siguió y ganó Sorzano para que los demás le dejasen acudir en rogativa a la primitiva ermita, y como casi un siglo después por los años 1707 y 1709 se concedió licencia del Provisor para ir en procesión hasta la ermita, pues por los sinodales del obispado estaba prohibido hacerlas a tan larga distancia.
 

 
 
Ambiente de una romería reciente en las ruinas de La Hermedaña
 
 
 

Pueden verse estos detalles, que en razón a la brevedad omito, en el libro 4º del archivo del ayuntamiento de Sorzano, y allí también consta cómo decaída la devoción, dejaron los pueblos dichos, por incuria censurable, que fuese destruyéndose la ermita hasta quedar privada del tejado en 1836, por cuya causa se trasladaron, según escribe el señor Nobajas: “las dos imágenes de Nuestra Señora (de la Hermedaña), grande y pequeña con el ara de su altar y Cruz a la ermita de Nuestra Señora del Roble, a donde han acudido previo aviso a su justicia (de Sorzano) las villas de Sojuela, Entrena y Daroca, y han celebrado en rogativa dando así este culto a Nuestra Señora que con el título de la Hermedaña, tanto derecho tiene a la gratitud de todos estos pueblos.
 

 
 
Gaiteros de Navarrete en La Hermedaña.
 
 
 
Danzadores de Sorzano.
 
 
 

En esta ermita de Nuestra Señora del Roble continúa venerándose la de la Hermedaña y ya que la devoción y munificencia del ilustre hijo de Sorzano don Manuel María P. y Pavía, ha hecho restaurar a su costa, con no pequeños dispendios, la ermita que la guarda, me permito llamar su atención ilustradísima para que la fije en la bárbara profanación hecha en la imagen de Nuestra Señora de la Hermedaña, para verificar el abuso de vestirla, y puesto que es de talla y revela una antigüedad anterior al siglo XI, la grande, y de tiempos anteriores la pequeña, le ruego procure sea restaurada y puesto al culto sin los mantos y vestiduras que ocultan una talla si no digna de admiración por su mérito artístico, sí acreedora al respeto de todos por su gran antigüedad.
 

 
 
Ermita de Nuestra Señora del Roble. Sorzano.
 
 

Amando Castroviejo Nobajas.

Granada, 11 de mayo de 1896.

 
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