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La recolección de helechos en Moncalvillo.
Pedro García Ruiz.
Luis Argaiz Velasco. |
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INTRODUCCIÓN. La regulación de los recursos naturales de Moncalvillo fue generando a lo largo de los siglos abundante documentación que permite conocer hoy un variado repertorio de las actuaciones forestales realizadas por las gentes de nuestros pueblos. |
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La explotación de la riqueza forestal era una actividad vital y gracias a ella las gentes de Moncalvillo disponían de artículos imprescindibles para el desarrollo de la vida cotidiana, siendo especialmente demandada entre los diferentes aprovechamientos la leña de hogar y la madera para la construcción de sus casas. En Moncalvillo pastaba una importante cabaña ganadera compuesta de miles de cabezas de lanar, pacían docenas de bueyes tras finalizar la campaña de labranza y se aprovechaba la bellota de un inmenso territorio. Así quedó recogida esta última actividad en una Sentencia Arbitraria del 19 de junio de 1398, transcrita por Gregorio Remírez: “los vecinos de Hornos de Moncalvillo tienen derecho a pastar con sus cerdos en el Carasol de La Hermedaña”. Paraje situado en lo más profundo de Moncalvillo a varias horas de camino de este municipio. Los recursos de nuestro monte beneficiaron preferentemente a las Siete Villas de Campo y a las Villas del Iregua, pero también eran demandados por algunas poblaciones del valle. Cuando en el siglo XVI penetra en España el consumo de nieve con fines terapéuticos y culinarios, los pueblos de Moncalvillo construyen las neveras en su cara norte y también lo hace la ciudad de Logroño a pesar de encontrarse a más de tres leguas de distancia. |
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Otro interesante dato quedó recogido en la revista “Romería de Nalda a La Hermedaña. Año 1666”, asociado a un pleito entre las villas de Sorzano, Nalda, Viguera y Castañares de las Cuevas: “la villa de Sorzano saca en cada año para vender en la ciudad de Logroño más de doce mil cargas de leña de los montes comuneros de estas villas”. Eran tiempos en los que Moncalvillo estaba lleno de vida y los caminos hacia el Valle eran transitados por cientos de caballerías, con sus cargas dispuestas para la venta. Pero no todos los trabajos relacionados con la explotación de los recursos naturales quedaron documentados, existieron otras tareas que a pesar de no dejar rastro alguno en los archivos municipales vamos conociendo a través de las entrevistas realizadas en los pueblos de la zona.
Es el caso de los
recolectores de helechos en Moncalvillo. Tarea que en la mayoría de los
casos era realizada en base al consumo familiar pero que en otros casos
los helechos eran destinados la comercialización. A este peculiar
“gremio” de recolectores dedicamos este cuaderno de Historias de
Moncalvillo. |
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LOS ANTEPASADOS DEL HELECHO ACTUAL. El helecho es una de las plantas terrestres más antiguas de cuantas existen en La Rioja. En el periodo Carbonífero – hace 300 millones de años - el helecho dominaba preferentemente zonas pantanosas, alcanzando en algunos casos quince metros de altitud. Convivía con otras especies arbóreas entre las que existían ejemplares de hasta cuarenta metros de altura y dos metros de diámetro en la base, según estudios realizados sobre vestigios fósiles en la zona norte de León. Para Francisco José Alcaraz Ariza es en el periodo Carbonífero cuando se dan las condiciones adecuadas para la fosilización masiva de aquellos inmensos bosques, ligada a la formación de los actuales yacimientos de carbón. Y son precisamente las grandes escombreras que forman los mineros durante la explotación de aquellos yacimientos, las que aportan relevante información sobre vestigios fósiles de troncos y ramas de helechos. En el caso de La Rioja la flora era diferente durante aquella remota época. El actual territorio de nuestra Comunidad estaba completamente sumergido a excepción de la Sierra de La Demanda, que servía de nexo de unión con la Cordillera Cantábrica.
No se conocen
fósiles vegetales atribuibles al Cretácico en territorio riojano. Los
más próximos fueron localizados en la provincia de Burgos, tras la
explotación de yacimientos de carbón, como sucedió al norte de León. |
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Los fósiles de helechos estudiados en La Rioja fueron hallados en las localidades de Vadillos, Munilla, Igea, Enciso, Cornago, Grávalos, Rincón de Olivedo y Cervera, pero son hallazgos fragmentarios que no pueden relacionarse con grandes masas boscosas como vimos en Burgos y León.
Como señalan los
paleontólogos Luis Viera y J. A. Torres, estos materiales llegaron al
territorio actual de La Rioja flotando desde zonas burgalesas,
arrastrados por los cursos fluviales. Un buen ejemplo de ello en el
conjunto estudiado por estos dos científicos vascos en el monte Santa
Cruz de Cornago. |
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El helecho supera el periodo Cretácico; convive y sirve de alimento a dinosaurios comedores de vegetales hace 120 millones de años, y tras soportar violentos y prolongados fenómenos geológicos tales como la Orogenia Alpina y las grandes glaciaciones, alcanza nuestros días.
En La Rioja la
especie más abundante es el Polypodium vulgare L. (Polipodio), a la que
podemos encontrar formando grandes colonias en las laderas y cumbres de
Moncalvillo. El Phylcitius scolopendium N. (Escolopendra o lengua de
ciervo), aparece en zonas poco soleadas, como el Barranco de los
Infiernos (Sorzano); y en cotas menos elevadas se desarrolla el
Equisetum (cola de caballo), tan “querido” por los agricultores
riojanos. |
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De estas tres especies es el Polypodium
vulgare L. (Polipodio) el helecho que recolectaron las gentes de la
comarca de Moncalvillo para su uso en la matanza familiar, y también la
especie que demandaban los matarifes del Matadero Municipal de Logroño
para chamuscar las reses de cerda. |
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EL MATADERO MUNICIPAL DE LOGROÑO EN EL SIGLO XX. El abastecimiento de carne a los vecinos de Logroño fue probablemente una de las gestiones que más “dolores de cabeza” ocasionó a la autoridad municipal de la ciudad. A finales del siglo XIX el Ayuntamiento de la Villa se plantea la construcción de un nuevo matadero, tratando de evitar definitivamente los problemas de salubridad que ocasionaban las viejas dependencias, al estar ubicadas en el corazón de la ciudad. En el libro “De Matadero a Casa de las Ciencias” nos dice Dolores Fernández que el 20 de noviembre de 1886 el Concejo logroñés, presidido por el Alcalde José Rodríguez Paterna, acordó “la formación de un Proyecto Facultativo para la construcción de un nuevo matadero”. En este mismo pleno deciden los ediles buscar un lugar idóneo para la nueva construcción. Un paraje con buena ventilación y fácil para el desagüe así como para la evacuación de los abundantes desperdicios. Sonaban entre los propuestos La Fombera, Santa Juliana, Excuevas y la carretera del Cortijo, aprovechando las ventajas de su proximidad al río Ebro.
El técnico municipal era en aquellos años
el arquitecto Luis Barrón, y a él se le encarga el diseño del nuevo
matadero. Viaja a Zaragoza para conocer las particularidades del
construido recientemente en esta ciudad, y el 20 de enero de 1900 el
Ayuntamiento de Logroño decide construir el suyo entre los puentes sobre
el Ebro, aprovechando unos terrenos de propiedad municipal. Diez años
después, el añorado matadero era realidad. |
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Había pasado tan
solo un mes del San Mateo de 1910 cuando la ciudad de Logroño se
convierte de nuevo en fiesta. El Alcalde de la Villa, Francisco Iñiguez,
invita a los concejales y a la prensa a la inauguración del nuevo
matadero. |
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Entre los actos de
aquella histórica jornada, cuyo completo desarrollo puede seguirse en el
libro “De Matadero a Casa de las Ciencias”, destacamos por su interés el
momento en el que se procede al sacrificio de una res de ganado de
vacuno y otra de cerda. |
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La inauguración comienza con la puesta en funcionamiento de la maquinaria para lavar las reses sacrificadas y las grúas de elevación y transporte de las bestias abiertas en canal. La nueva tecnología causó admiración en los presentes, tras comprobar que un solo hombre podía transportar aquellas pesadas piezas. Y como broche final a esta primera parte de la jornada, decide la autoridad disecar la cabeza de la vaca sacrificada como recuerdo de tan sonoro acontecimiento. La comitiva pasó a continuación a las naves de ganado de cerda donde se sacrificó una segunda res. Muerto el animal, por medio de una grúa fue elevado y transportado hasta una caldera con agua hirviendo, donde quedaría sumergido. Y pocos minutos después, era colocado sobre una mesa donde los expertos matarifes procederían al despiece. El día transcurría con total normalidad. Autoridades e invitados disfrutaban de la nueva obra municipal y su revolucionaria tecnología, pero la inmersión de la cerda en agua hirviendo provocó el descontento entre los abastecedores de carne. Los representantes municipales consideraban el escaldado una técnica revolucionaria que ya utilizaban mataderos importantes, como los de Valencia y Madrid y los de algunas capitales europeas. Pero estos argumentos no resultaban convincentes, por lo que la autoridad municipal recurrió al periódico “El Cortador”, editado por el gremio de cortadores de carne españoles. Así comentaba el asunto uno de sus artículos: “Para la conservación del tocino, jamones y elaboración de embutidos, para nada influye el sacrificio de las reses por chamusqueo o escaldado, según mi opinión y otras más competentes”. Pero los abastecedores de carne estaban convencidos de que las reses de cerda debían ser chamuscadas, único modo de garantizar la perfecta conservación de la carne.
El debate duró algún
tiempo, pero las aguas volvieron a su cauce. Según Dolores Fernández, en
el Matadero de Logroño era utilizada paja y virutas para el chamuscado
de las reses, y en el informe del Administrador del Matadero sobre los
daños ocasionados en el edificio por un temporal que sacudió la ciudad
de Logroño en el año 1951, se cita la rotura de unas placas de latón que
formaban la cubierta del sector de chamuscado para el ganado de cerda. |
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LA RECOLECCIÓN FAMILIAR.
La corta de helechos
para chamuscar el cerdo de consumo familiar ha sido realizada en la
mayoría de los pueblos de Moncalvillo y otras localidades riojanas
próximas a la Sierra. Este interesante mapa toponímico recogido por
Antonino González Blanco puede darnos una idea. |
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Topónimos recogidos en el Diccionario de la Toponimia Actual de La
Rioja. |
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Cada familia bajaba del monte entre dos o seis gavillas, y aquellas que gestionaban una carnicería o tenían pequeñas factorías para elaborar embutidos destinados a la venta, llegaban a recoger hasta cincuenta unidades cada año. La recolección comenzaba hacia el mes de septiembre y las gavillas eran almacenadas en el pajar a la espera de la matanza, coincidiendo con las primeras nieves: ¡Para San Martín a matar el gorrín! ¡A cada cerdo le llega su San Martín!”.
El chamuscado era el
paso siguiente al sacrificio de la res y de la recogida de la sangre que
era utilizada para elaborar morcillas. |
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Muerto y desangrado
el animal, el cuerpo se cubría con helechos y se les daba fuego. Era el
sistema “depilatorio” más eficaz para eliminar su duro pelo y buena
prueba de ello es la riqueza léxica que todavía conserva en los pueblos
de La Rioja la tradición oral. |
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Expresiones relacionadas con el chamuscado del cerdo recogidas en el
Diccionario de Riojanismos. |
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Esta operación de
limpieza era realizada en las dos caras del animal y una vez finalizada
se procedía al raspado de la piel con un afilado cuchillo. A
continuación, se extraían las vísceras, y tras separar los jamones y
paletas quedaba oreando el cuerpo hasta día siguiente. |
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LA COMERCIALIZACIÓN DE HELECHOS. Los recolectores de Daroca de Rioja. Así como la corta de helechos para uso familiar fue una actividad generalizada en los pueblos de Moncalvillo, la recolección para su venta fue realizada de manera puntual. Sabemos por los propietarios de la carnicería “La Juanita” de Logroño, que algunos vecinos de Manjarrés bajaban helechos de Moncalvillo al Matadero de Logroño, y que también fueron recolectados y comercializados por dos hermanos de Daroca: Ángel y José Luis García.
El tema nos pareció
interesante por lo desconocido. Así que el pasado verano propusimos a
los dos hermanos subir a Moncalvillo y recrear la corta de helechos. La
invitación fue aceptada y el día 30 de agosto de 2014 pusimos manos a la
obra. |
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El “escenario” elegido se localiza a unos 1.000 metros de altura s.n.m., junto al camino asfaltado que comunica la carretera comarcal de Hornos de Moncalvillo a Daroca de Rioja (LR-341) con el repetidor de Telerioja, poco después de pasar el “mítico” paso canadiense. Zona privilegiada para divisar el Valle del Ebro y la Sierra de Cantabria. La recolección. La corta de helechos se realizaba con la hoz. José Luis y Ángel subían a Moncalvillo en el mes de septiembre, después de finalizar la campaña agrícola. Así lo relataba, con cierta ironía, José Luis: “Eran nuestras vacaciones: después de trabajar todo el año en el campo y meter en casa la cosecha, comenzaban las tareas en el monte”.
Segaban pequeños
manojos de helechos que llamaban “manadas”. Era importante cortarlos en
septiembre, cuando la planta estaba en fase terminal. Las “manadas”
recién cortadas se dejaban tres o cuatro días secando y con doce o trece
unidades se formaba la gavilla. |
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Pasadas varias semanas aquellas grandes gavillas conservaban un tamaño similar pero su peso, que en el monte alcanzaba treinta kilogramos cada una, quedaban reducidas a diez o doce kilos la unidad, lo que permitía a cada caballería transportar las diez gavillas que constituían una carga. El transporte.
El transporte se
realizaba a lomo de caballerías. Desde Daroca tomaban nuestros
recolectores dirección Entrena y continuaban la ruta por el “Camino
viejo de Logroño”, y pasado el Chozo de Cuatro Cantos, asomaban desde
los montes de Lardero al valle del Ebro. Pocos metros después,
divisaban a lo lejos la ciudad. |
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No era necesario reloj: Ángel y José Luis sabían perfectamente que saliendo de Daroca sobre las cinco de la mañana, a la entrada de Logroño las torres de sus iglesias iban a recibirles con nueve sonoras campanadas. La venta. Una vez en el Matadero Municipal se ponían en contacto con los abastecedores de carne, que hacia el año 1955 eran conocidos como los “Malcanta” y los “Aguirres”, quienes tenían establecido algún tipo de convenio con la autoridad municipal. Una especie de “mayoristas”. Cada gavilla era revisada por los abastecedores de la carne. Si los helechos no habían sido cortados en el momento adecuado, algo que delataba el color de la planta a pesar de estar ya seca, era rechazada la entrega; pero si la planta era adecuada les pagaban a quince pesetas la unidad. De manera que nuestros arrieros regresaban a Daroca con ciento cincuenta o ciento ochenta pesetas por cada una de las cargas, cuatro horas después. Según nos comentan José Luis y Ángel la venta de helechos era uno de los trabajos más gratificantes, mucho más que la fabricación de carbón de herrero, de la que hablaremos en un próximo cuaderno, y que la plantación de pinos, ya que con menor esfuerzo conseguían beneficios similares. Hacia el año 1955 se inicia la plantación de pinos en Moncalvillo y buena parte de las actividades forestales quedan suspendidas.
El nuevo proyecto de
repoblación cambió las formas de trabajo y también las condiciones
salariales: los menores de dieciocho años cobraban plantando pinos
veinticinco pesetas diarias y su jornada era de ocho de la mañana a ocho
de la tarde con los desplazamientos por su cuenta. |
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BIBLIOGRAFÍA. ALCARAZ ARIZA, FRANCISCO JOSE. “El Carbonífero del norte de León: un paraíso para los buscadores de fósiles”. Eubacteria, 13, Murcia, 2004 FERNÁNDEZ MARTÍNEZ, DOLORES. De matadero a Casa de las Ciencias, Logroño, 2010. GONZÁLEZ BLANCO, ANTONINO. Diccionario de la Toponimia Actual de La Rioja, Murcia, 1987. MARTÍNEZ EZQUERRO, AURORA. Diccionario de Riojanismos. Portal de la Cultura Popular, https://www.google.es/#q=diccionario+de+riojanismos REMÍREZ ARANZADI, GREGORIO. “Romería a la ermita de La Hermedaña. Año 1666”, Amigos de Sorzano, LR, 2009.
VIERA, LUIS IGNACIO;
TORRES, JOSÉ ÁNGEL. La Rioja de los dinosaurios: Un ecosistema de
hace 120 millones de años, Sociedad de Ciencias Aranzadi (ed.),
Donostia – San Sebastián, 2013. |
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