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SAN ESTEBAN DE VIGUERA 1953 - 2014. Pedro García Ruiz – Luis Argaiz Velasco. |
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PRESENTACIÓN.
Una vez conocidas
las circunstancias en las que se desarrolló la reconstrucción de la
ermita de San Esteban de Viguera tras el hundimiento de su cubierta, de
la que dimos cuenta en el número veinte de esta colección, dedicamos
este artículo a una nueva etapa del santuario que comienza en el año
1953 y finaliza en los meses finales del año 2014 con la reforma que
acomete la Consejería de Cultura del Gobierno de La Rioja. |
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La reciente transformación de este peculiar edificio nos ha animado a elaborar este artículo con el que pretendemos recordar a nuestros lectores como era el exterior de una pequeña ermita, mimetizada entre los conglomerados del periodo Oligoceno, y que ha sido calificada por varios especialistas como “ejemplo único de la arquitectura prerrománica riojana”. Lo que se ofrece en esta guía es un resumen de las investigaciones publicadas en el libro “Las pinturas de la ermita de San Esteban de Viguera”, por los siguientes especialistas: a) Luis Alberto Monreal Jimeno trata la arquitectura del edificio. b) Raquel Sáenz Pascual describe las pinturas murales del interior. c) José Antonio Saavedra García informa sobre la restauración realizada por el Taller Diocesano de Santo Domingo de la Calzada, del que era en aquel momento director. LA ARQUITECTURA DE SAN ESTEBAN DE VIGUERA. La primera descripción de San Esteban de Viguera, publicada por el arquitecto Rafael Gil en el año 1952, es ampliada en 1984 por María de los Ángeles de las Heras y no vuelve a retomarse el tema hasta 1999 que sale a la calle el libro “Las pinturas de la ermita de San Esteban de Viguera”. Para Luis Alberto Monreal toda iglesia es un ente vivo y, como tal, ofrece grabadas en su fisonomía las huellas y cicatrices producidas por el paso del tiempo y las intervenciones de los hombres.
Desde la
restauración de 1953 la ermita de San Esteban sorprendió gratamente a
cuantos subimos a su abrigo, su recia y achaparrada silueta, que parecía
aferrarse al suelo como si de una roca natural se tratase, y el hecho de
estar desprovista de tejas, por no necesitarlas, producía en el
visitante un efecto fascinante. |
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Fue construida a base de mampostería de la zona, unida con argamasa, y un enlucido exterior grueso, con fuerte contenido de cal, con el que se conseguía regularizar los toscos mampuestos que arman los muros.
El acceso al
interior se realiza por una pequeña puerta arqueada en medio punto que
no es la original, puesto que la puerta primitiva estaba situada en el
muro Sur, dando vista al valle. |
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Presenta una nave longitudinal con cubierta de bóveda de cañón, que se diferencia de un espacio de cabecera con bóveda de horno, y está replanteada con perfecta orientación litúrgica, Ese – Oeste. En el muro curvado del ábside se abren tres vanos, a modo de aspilleras hoy muy retocadas, con tamaños y formas diferentes, que supone rehechos Luis Alberto Monreal. Al pasar al interior encontramos una cerrada penumbra, que alivian desde la cabecera tres estrechos vanos. La luz, símbolo cristiano por excelencia que atraviesa toda la revelación bíblica, penetra desde el ábside al interior del templo. Nos encontramos pues, en este momento de la “visita”, ante la separación de la luz y las tinieblas que evoca el primer acto del Creador. El elemento arquitectónico más interesante es el muro que separa la nave de la cabecera y por tanto la luz de la obscuridad. Un muro transversal al eje dominante, con tres vanos y un grueso de 50 a 60 centímetros.
En la actualidad,
este muro separador o iconostasis presenta tres vanos, el central lo
constituye una puerta coronada por un arco que tiende al medio punto y
dos ventanas arqueadas. |
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Pero si nos fijamos en la fotografía que
nos dejó Rafael Gil tras el hundimiento de la iglesia, el muro que forma
la parte baja de las ventanas laterales parece un relleno operado sobre
lo que antes pudo ser una triple arquería. |
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La presencia de estos muros separadores se repite en múltiples templos prerrománicos, tanto rupestres como de arquitectura de fábrica, con una cronología que oscila entre los siglos VIII al XI. Monreal Jimeno cita en su artículo varias iglesias en las que aparecen elementos ornamentales similares y que caen en desuso con la llegada del románico, por lo que su presencia en San Esteban de Viguera hay que encuadrarla dentro de la Alta Edad Media de la zona media de Iregua. LAS PINTURAS MURALES. Del mismo modo que hemos seguido el trabajo de Luis Alberto Monreal durante la descripción arquitectónica de la iglesia de San Esteban, comentaremos sus pinturas de la mano de Raquel Sáenz Pascual, coautora del libro “Las pinturas de la ermita de San Esteban de Viguera”. El arte románico penetra en España a través del Camino de Santiago y son especialmente activos en su difusión los monjes cluniacenses, favorecidos claro está por los monarcas navarros y castellanos. A finales del siglo XII la pintura románica está presente en múltiples iglesias españolas, y con clara influencia de las corrientes artísticas mozárabes en el caso de La Rioja, así como de otras con gran implantación gracias a las miniaturas de los monjes de San Martín de Albelda y de San Millán de la Cogolla. Nadie puede dudar de la alegría que aportaron las pinturas murales de San Esteban al ambiente austero y sombrío de su interior, teniendo en cuenta sobre todo los temas que representan y su dinámico colorido. Los frescos del ábside mostraban al creyente el tema principal, por ser el lugar de culto preferente; pero no podemos describir el mensaje teológico al quedar destruidas las escenas con el hundimiento del santuario. No obstante, al reutilizar algunos bloques del viejo ábside durante la reconstrucción, el descuido de los operarios hizo que las pinturas adheridas a ellos quedasen invertidas, posición que nos sirve hoy para recordar aquel desgraciado accidente.
La pintura mural de
los Apóstoles es la escena que presenta mejor conservación. Son visibles
cinco Apóstoles de un posible grupo de seis y están representados,
sentados, con libros en las manos, nimbados y dialogando entre sí. |
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Otra interesante representación es la del muro Norte. Su interpretación es algo polémica, puesto que algunos especialistas piensan que evoca a los Ancianos de la Apocalipsis, mientras otros prefieren identificarla con los doce Apóstoles, recordando el Evangelio de San Mateo en el momento que Jesús les dice: “cuando el Hijo del Hombre se siente sobre el trono de su gloria, os sentaréis vosotros sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel”.
Es frecuente
encontrar también en los templos románicos la representación del
Banquete Litúrgico. En La Rioja, además del fresco que conserva San
Esteban de Viguera, tenemos un segundo ejemplo en Santa María de los
Arcos, en Tricio. |
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La pintura románica se caracteriza por no utilizar la perspectiva por lo que, al aplicar el artista técnicas planistas, consigue el llamativo efecto que muestran los objetos depositados sobre las dos mesas del Banquete.
El esquema iconográfico de San Esteban
incluye también una escena dedicada a los Ancianos de la Apocalipsis, en
la que todavía se conservan varias figuras en pié, con túnicas largas,
coronadas, llevando un recipiente en una mano y un instrumento de cuerda
en la otra. |
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Y aparecen con
cierta frecuencia en este arte algunos instrumentos musicales, y no solo
en la pintura, ya que también vamos a encontrarlos en capiteles,
dinteles y otros conjuntos escultóricos tallados sobre piedra o madera. |
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Tras disfrutar del mural dedicado a los
Ancianos de la Apocalipsis, giramos la cabeza hacia la izquierda y nos
encontramos con el muro Oeste de la ermita, en cuya parte alta se
conserva el repertorio más completo de todo el conjunto pictórico. |
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Esta escena de triunfo muestra en el centro una mandorla, que sujetan cuatro ángeles, con una figura femenina sentada sobre un trono en el interior, probablemente, la Virgen María. Y a la derecha, una figura de pie, coronada, que sostiene un recipiente en una mano y en la otra un instrumento de cuerda, posible giga o rabel. En el lado izquierdo, vemos otra figura, sedente. Se trata de un monarca coronado, con espada y cetro, como símbolos del poder. Sobre su hombro izquierdo aparece una extraña figura de tono rojizo, que es interpretada por Raquel Sáenz como un demonio que susurra al oído, malos consejos al rey. ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN. Este tipo de repertorios pictóricos pretendían, además de mejorar el aspecto interior del templo, explicar el Evangelio a los creyentes ya que en época medieval conocían la lectura los frailes y algunos miembros de la nobleza. Por esta razón, las escenas debían contar un “relato” sin interrupción, una especie de partitura que si por cualquier razón desaparecía una parte de las notas, como sucedió con las pinturas de la ermita de San Esteban, sería imposible reproducir correctamente toda la melodía.
El mal estado de
conservación en el que se encontraba en 1998 el interior de San Esteban
tras sesenta y dos años de abandono, durante los cuales cumple funciones
de corral, no es precisamente el contexto más adecuado para la
conservación de sus pinturas, pero como no pretendemos dibujar aquí un
panorama catastrofista, dejamos que sea José Antonio Saavedra quien se
encargue de la descripción. |
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“La capa pictórica original en su día se cubrió con un enlucido de yeso posteriormente encalado, y que en sucesivas intervenciones se ha ido eliminando. La eliminación de esta capa, que en cierto modo cumplía función de protección, en el momento de ser retirada, no se ha llevado a cabo con el cuidado que un trabajo de este tipo precisa, y como es lógico, en su eliminación se han perdido capas de color original”. “Las características propias de esta pintura, pobre técnicamente, han deparado estados de pulverulencia con pérdida de capa pictórica, a lo que hay que añadir las carbonataciones en superficie, fluorescencias salinas, erosiones por barrido involuntario de las zonas pintadas, depósitos de polvo solidificados, adherencias de material de construcción, desprendimientos y pérdidas de capa pictórica, depósitos de sustancias grasas y restos de la combustión originados por las hogueras que en su interior se han realizado, grafitis incisos y pictóricos de todo tipo, rozaduras, golpes. Hay zonas donde se aprecian las pérdidas de pinturas, en las que éstas han sido arrancadas. En realidad los restos de pinturas que se han salvado lo han sido de milagro, teniendo en cuenta el abandono al que ha sido sometida la obra ahora restaurada”. Todas estas agresiones, acumuladas durante medio siglo de abandono y por tanto de irresponsabilidad política, son las que impiden a los especialistas extraer datos claros y precisos sobre el mensaje espiritual que pretendía transmitir a los creyentes el artista medieval, aunque la restauración de 1998 facilitó en gran medida el trabajo descriptivo. Las dificultades que encuentra Raquel Sáenz a la hora de estudiar este repertorio iconográfico están recogidas en su artículo de 1998, todas ellas razonadas y acompañadas además de amplia bibliografía, de manera que aquellos que deseen conocer su completo estudio deben consultar el libro de las pinturas de San Esteban anteriormente citado. Nosotros nos limitaremos a comentar, como punto final de este artículo, una de las hipótesis que presenta esta especialista sobre la posible relación de algunos frescos con el calendario romano. EL CALENDARIO MEDIEVAL Y OTROS VESTIGIOS. En la escena del Banquete Litúrgico que ya hemos comentado, aparece a la derecha de los comensales una figura con los brazos abiertos y con dos rostros, que es relacionada con el dios Jano.
Es interpretada por
Raquel Sáenz como una posible reminiscencia de la religión romana, con
la que se representa en los calendarios medievales el mes de enero o la
entrada y salida del año nuevo y del año viejo; por esta razón, este
personaje suele aparecer en algunas ocasiones con una cara de joven y
otra de viejo, como vemos en una de las imágenes siguientes. |
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Pero claro, si en
realidad se trata de una representación del mes de enero, ¿deben
entenderse otras escenas como parte de un calendario medieval?. |
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En el interior de la emita quedan otras figuras que también merece la pena conocer y que podéis descubrir durante la visita, aunque para ello deberemos ayudarnos de luz artificial. Las diferentes figuras se encuentran en puntos diferentes de la iconostasis o arco divisorio de la nave y la cabecera de la iglesia. Una de ellas es un Calvario, que ha perdido parte de la decoración. También podemos encontrar un Ángel turiferario (portador del incensario) con grandes alas, y a sus pies, una inscripción tallada sobre la imposta pétrea. Al otro lado, en la jamba enlucida, tenemos otra inscripción con advocaciones a San Julián, San Román y San Isidoro. |
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Y estos serían a grandes rasgos los principales elementos pictóricos y arquitectónicos que podemos disfrutar durante la visita a la ermita de San Esteban de Viguera, aunque aquellos que prefieran realizar esta visita como “alumnos aventajados” deberán asomarse al libro “Las pinturas de la ermita de San Esteban de Viguera”. Suponemos que después de la última restauración habrá mejorado el interior del templo, sobre todo al ganar algo de luz tras el enlucido y pintado de sus paredes, pero la intervención en su exterior ha sido desde nuestro punto de vista bastante desafortunada, aunque también tenemos que decir que no tenemos otra información que la que muestran las fotografías que publica Pablo J. Rodríguez en la web de la Asociación Amigos de La Rioja, pero esperamos subir pronto a San Esteban y publicar un artículo específico sobre este último proceso. |
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BIBLIOGRAFÍA. ELÍAS PASTOR, LUIS VICENTE. “San Esteban de Viguera, el monasterio oculto”, Piedra de Rayo, 1 de junio, 2.000, pags. 36 – 39. GIL, RAFAEL. “Notas sobre la ermita de San Esteban de Viguera”, Berceo, 24, Logroño, 1952, pags. 451 – 455. MONREAL JIMENO, LUIS ALBERTO. “Análisis arquitectónico de San Esteban De Viguera”, Las pinturas de la ermita de San Esteban de Viguera, LR-1999, Pags. 17 – 36. SÁENZ PASCUAL, RAQUEL. “Las pinturas murales de San Esteban de Viguera”, Las pinturas de la ermita de San Esteban de Viguera, LR-1999, Pags. 117 - 153. HERAS Y NUÑEZ, MARIA DE LOS ÁNGELAS. “Ermita de San Esteban de Viguera: conexión de sus frescos con las diversas corrientes de la miniatura española”. Cuadernos de Invetigación: Historia, Tomo 10, Fac. 2, 1984, pags. 67 – 78. |
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