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La Prehistoria en la comarca de Moncalvillo. Pedro García Ruiz; Hilario Pascual González; Gregorio Remírez Aranzadi; Luís Argaiz Velasco; INTRODUCCIÓN. La orografía que hoy conocemos en la comarca de Moncalvillo es el resultado de un potente proceso erosivo que comenzó hace unos quince millones de años, cuando las aguas embalsadas del Lago del Ebro se abren paso hacia el mar Mediterráneo, y continúa en el momento actual. La fauna que habitaba este territorio fue evolucionando hasta las especies que hoy conocemos y durante la glaciación de Riss, hace unos doscientos mil años, aparecieron en La Rioja los primeros grupos humanos.
Con la llegada del
hombre comienza la Prehistoria que va a prolongarse en La Rioja hasta
el siglo III
a. C. que surge la escritura. Es la época más remota y más larga de la
historia de la Humanidad pues el hombre ha vivido más años sin escritura
que con ella. |
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Esta secuencia
cultural ha sido divida para su estudio en dos grandes periodos, el
Paleolítico (piedra vieja) en el que las armas y herramientas son de
piedra tallada, y el Neolítico (piedra nueva) que se generaliza el uso
del hacha pulimentada. |
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EL PERIODO PALEOLÍTICO. El Hombre Paleolítico es cazador – recolector por lo que su vida transcurre condicionada por la maduración de los frutos silvestres y los movimientos migratorios de la fauna. Aquellos continuos desplazamientos son en la actualidad un gran problema para localizar los asentamientos temporales al aire libre de aquellas gentes y por tanto su cultura material. Tampoco ayuda mucho al investigador la baja densidad de población, ya que según algunos especialistas hasta hace unos 30.000 años solo vivían en España unas veinticinco mil personas. Por suerte, algunos grupos Paleolíticos encontraron en las cuevas un lugar idóneo para vivir, cuyas condiciones medioambientales han permitido la conservación de algunos útiles fabricados con elementos perecederos como madera, cuerno o hueso de animal. La caza era una prioridad para el Hombre Paleolítico por la necesidad de proteínas animales, aunque sus estrategias continúan siendo hoy objeto de debate. Mientras que algunos especialistas consideran al Hombre Achelense un excelente cazador, capaz de ahuyentar con fuego a una manada de elefantes hasta conducirlos a los pantanos donde los mataba y descuartizaba, era para otros un pobre carroñero que acudía periódicamente a un cementerio de elefantes con la esperanza de encontrarlos muertos para calmar su hambre.
Precisamente es en
el periodo Achelense cuando el Hombre Paleolítico consolida su presencia
en La Rioja, y en las zonas que habitó dejó abandonados diferentes
instrumentos de uso cotidianos como hendedores, raederas o denticulados
y unos cuantos ejemplares de su arma más característica: el bifaz. |
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El Paleolítico riojano fue descubierto por un grupo de investigadores riojanos y los instrumentos recuperados en sus prospecciones punto de partida de las primeras publicaciones sobre esta remota época en la Comunidad riojana. La primera recopilación extensa la publica Pilar Utrilla Miranda en el año 1984. Esta catedrática de Prehistoria presenta una completa relación de los yacimientos Paleolíticos descubiertos por Hilario Pascual González, Pedro Rioja, Manuel Martínez Orduña y Arturo Pérez, así como las aportaciones de Gabriel Moya Valgañón y José Antonio Cuchi, en las jurisdicciones de Arnedillo, Arnedo, Calahorra, Cañas, Cirueña, Badarán, Navarrete, Nieva y Villar de Torre.
Cuando se publica este primer mapa de población, en la comarca de
Moncalvillo solo se conocía el bifaz hallado por Hilario en la dehesa La
Verde de Navarrete, y poco tiempo después Gregorio Remírez descubre un
segundo ejemplar en la dehesa de Sorzano. |
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El bifaz de Navarrete es un ejemplar trabajado sobre lasca de cuarcita, que presenta buena conservación. Su longitud máxima es de 95 mm., su anchura máxima de 72 mm., y presenta un espesor máximo de 32 mm. Por su parte el bifaz de Sorzano está trabajado sobre sílex y sus dimensiones son ligeramente superiores al de la Dehesa de Navarrete.
Estas dos hachas de piedra tallada son la prueba arqueológica de la
presencia del Hombre Paleolítico en la comarca de Moncalvillo y por
tanto los vestigios arqueológicos más antiguos conocidos en esta zona de
La Rioja. |
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EL PERIODO NEOLÍTICO. La transición al periodo Neolítico se produce de manera gradual. Pilar Utrilla habla de una primera fase macrolítica, que se caracteriza por la presencia de grandes piezas denticuladas en cuarcita y se desarrolla hace unos 8.500 – 8.000 años, que da paso a un periodo microlítico en el que aparecen materiales geométricos de pequeño tamaño para retornar de nuevo a formas más groseras en el Neolítico final. Mientras que el Hombre Paleolítico fabrica el mismo tipo de utensilios durante miles de años, el Hombre Neolítico es mucho más creativo y consigue armas y herramientas más variadas y eficaces. La gran transformación de estas sociedades se produce cuando abandonan la vida nómada y establecen los primeros poblados. A partir de este momento descubren la agricultura y forman los primeros rebaños. El paso del nomadismo a la vida sedentaria estuvo motivado por diferentes circunstancias, aunque el aumento de las temperaturas pudo ser determinante. Así se plantea en la Historia de la Villa de Hornos de Moncalvillo: “hace unos 5.000 años el clima de La Rioja se había situado en el nivel actual y buena parte de nuestro territorio quedó cubierto del que hoy se llama bosque mediterráneo: encinas, robles, hayas, acebos. Por este tiempo fueron llegando hombres a la comarca de Moncalvillo para no abandonarla jamás”. La comarca de Moncalvillo era un paraíso para ellos y aquí formaron los primeros poblados, varias chozas agrupadas en un mismo recinto y cerradas a continuación con una empalizada que les protegía de los animales salvajes. En los capítulos siguientes nos ocupamos de los asentamientos Neolíticos del entorno de Moncalvillo, pero antes conviene familiarizarnos con las armas y herramientas que utilizó con mayor frecuencia el Hombre Neolítico.
PRINCIPALES INSTRUMENTOS DEL HOMBRE NEOLÍTICO. |
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LOS ASENTAMIENTOS NEOLÍTICOS DEL ENTORNO DE MONCALVILLO. Los instrumentos de piedra que utiliza el Hombre Neolítico aparecen por todo el territorio que hoy comprende la comarca de Moncalvillo, pero ello no quiere decir que en todos los casos existiera un sentamiento. En Hornos de Moncalvillo, por ejemplo, han aparecido evidencias líticas del periodo Neolítico en El Llano, Cerro la Cabaña, La Llana, La Selva, El Noguerón, La Pedrera, Tras de la Guardia, Cerro Sotés, Revilla del Cristo y en Las Cabezuelas, pero el asentamiento estaba situado entre los términos la Cumbre del Molino – La Selva - San Antolín.
Existen otros puntos en los que también se han hallado materiales
asociados a secuencia cultural, San Esteban de Viguera, el Cerro de
Santa Ana (Entrena) o el Alto de San Antón (Ventosa - Huércanos), son
algunos de ellos. |
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Teniendo en cuenta la enorme dispersión podemos hablar de un
asentamiento cuando los materiales arqueológicos aparecen concentrados
en un territorio reducido, como sucedió en la Dehesa la Verde de
Navarrete, la Cumbre del Molino - San Antolín de Hornos de Moncalvillo,
y en la Dehesa de Sorzano. Y para el correcto estudio de este periodo en
la zona de Moncalvillo hay que destacar también los sepulcros
megalíticos de Nalda y Viguera. |
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El poblado de La Dehesa de Navarrete. La Dehesa La Verde se localiza al noroeste de Navarrete, integrada en un pequeño glacis que desciende desde el pié del monte Campastro hasta el río Nares. Era un terreno idóneo para vivir por estar protegido del norte y perfectamente soleado. Los habitantes de La Verde disponían de madera abundante y buenos pastos para el ganado, y contaban además con la proximidad del río Nares para consumo del poblado y sus rebaños.
Por aquí pasó cazando probablemente el Hombre Paleolítico que perdió el
bifaz tallado en cuarcita que recuperó Hilario miles de años después. |
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Un paraje como este no pasó desapercibido a los grupos que buscaban asentamiento. Las casas de esta época eran sencillas, de planta circular y doble mampostería de canto rodado, con cubierta vegetal, que irían evolucionando hasta la planta cuadrada y rectangular. Aunque los instrumentos fabricados con hueso, cuerno o madera no soportaron la erosión climatológica, se conservaron en las fincas de la dehesa las armas y herramientas fabricadas con sílex y cuarcita que recuperaron Hilario Pascual González y José María Rodanés.
Los instrumentos líticos hallados por estos dos investigadores superan
las 1920 unidades, de las cuales 141 eran piezas retocadas, en su
mayoría talladas sobre sílex. En las imágenes siguientes mostramos las
más significativas. |
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Los núcleos son piedras de las que extraían lascas por golpeo para fabricar armas y herramientas, por lo que el hallazgo de setenta y siete ejemplares en la Dehesa de Navarrete es una prueba evidente del dinamismo de los habitantes de este yacimiento. Junto a esta actividad, que les permitía almacenar puntas de flecha y otros útiles indispensables en sus expediciones de caza y otras tareas cotidianas, podemos imaginarlos recolectando bellota en el inmenso encinar de La Verde, que después almacenaban en silos rupestres, construidos con frecuencia bajo las casas para evitar la rapiña de las bestias. El asentamiento Cumbre del Molino – San Antolín. Este yacimiento fue descubierto por Hilario Pascual González. Estuvo situado probablemente en el término Cumbre del Molino, sobre el río Legucho, aunque los vestigios arqueológicos se extienden por los términos La Selva y San Antolín. En las proximidades del poblado comenzaron los primeros trabajos agrícolas. Tras la siembra de semillas, los hombres saldrían a sus expediciones de caza y las mujeres y los niños cuidaban mientras tanto los cultivos y los rebaños. En este periodo se inicia la fabricación de cestos con mimbre y juncos, y los primeros utensilios de cerámica manufacturada.
La recolección del cereal les hizo inventar la hoz. Una madera arqueada
o un cuerno de ciervo servían de soporte a las afiladas piezas de sílex. |
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Los principales materiales recuperados en el yacimiento Cumbre del
Molino - San Antolín son los siguientes: |
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El asentamiento de la Dehesa de Sorzano.
El yacimiento de La Dehesa de Sorzano fue descubierto por Gregorio
Remírez Aranzadi. Se localiza al norte de Sorzano, en una zona
perfectamente soleada de la segunda terraza del río Iregua. |
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Este asentamiento pudo ser en algún momento el más poblado de la comarca
de Moncalvillo, teniendo en cuenta los abundantes instrumentos de piedra
que ha proporcionado. El 12 de marzo de 1985 el diario La Rioja daba la
noticia de este enclave Neolítico. |
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La dehesa de Sorzano era en aquellos años un bosque de encinar y
posteriores movimientos de tierras para reconvertirla en terreno de
cultivo sacaron a la luz nuevas evidencias arqueológicas. En la tabla
siguiente recogemos algunas de ellas. |
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Las sesenta puntas de flecha insisten en el espíritu cazador de las
gentes que habitaron la dehesa de Sorzano, como también lo hacen las
abundantes láminas de cuchillo utilizadas con frecuencia para desollar
animales aprovechando sus cortantes filos. |
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Hachas votivas pulimentadas procedentes de Sorzano. |
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Puntas de flecha halladas en Sorzano. |
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EL LEGADO MEGALÍTICO. Los materiales recuperados en la comarca de Moncalvillo son una prueba indiscutible de la vitalidad del Hombre Neolítico esta zona de La Rioja. A lo largo de este periodo se producen importantes cambios culturales que aparecen reflejados en los adornos personales y las formas y decoraciones de las primeras cerámicas manufacturadas. Son influencias que penetran desde Europa y que influyen en cuestiones tan importantes como el rito de la muerte. La vieja tradición de enterrar a los difuntos en fosas individuales o dobles, practicada a lo largo del periodo Paleolítico y que perdura durante buena parte del periodo Neolítico, es sustituida por enterramientos colectivos en unos monumentos desconocidos hasta entonces: los dólmenes.
El patrimonio funerario heredado de las sociedades Neolíticas es muy
abundante, pero nosotros vamos a ocuparnos simplemente del situado en
las proximidades de los asentamientos Neolíticos aquí descritos, los
dólmenes Peña Guerra I y II, situados en término de Nalda, y el dolmen
Collado Palomero I, en jurisdicción de Viguera. |
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El dolmen Peña Guerra I. El dolmen Peña Guerra I se localiza en la cumbre del monte Peña Guerra. Es un sepulcro colectivo de cámara poligonal y corredor de acceso, cubierto por un túmulo de 15 por 14 metros de diámetro y 2 metros de altura. Las excavaciones arqueológicas fueron realizadas en el año 1979, bajo la dirección del profesor Carlos Pérez Arrondo. La cámara sepulcral había sido expoliada antes de comenzar los trabajos por lo que solamente pudieron recuperarse un par de pequeños cuchillos y una punta foliácea, trabajados sobre sílex.
El corredor sin embargo se encontraba intacto. En él aparecieron restos
de al menos ocho individuos, varios de ellos niños, y elementos de ajuar
con 4.000 y 3.700 años de antigüedad. Entre los elementos de ajuar se
encontraban dos punzones de cobre de los que hablaremos más adelante. |
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El dolmen Peña Guerra II.
El dolmen Peña Guerra II se localiza a los pies del pico Peña Guerra. Es
un sepulcro con cámara y corredor que fue excavado en su totalidad al
hallarse intacto. |
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Se localizaron más de 27 enterramientos que habían sido depositados en dos etapas diferentes. La primera hace unos 4.000 años y la segunda hace unos 3.700 años.
Entre los restos de ajuar hay que destacar varios materiales líticos de
sílex y tres hachas pulimentadas, dos de pequeño tamaño que se
consideran votivas, y varios restos de vasijas de barro. |
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El dolmen Collado Palomero I. El dolmen Collado Palomero I se localiza al sureste de Viguera, en la cumbre de Peña Puerta. Fue expoliado desde antiguo por lo que las excavaciones de 1982 no dieron los resultados esperados. Los escasos restos humanos aparecidos en su interior estaban muy fragmentados y no permitieron determinar la densidad de los enterramientos. A pesar de todo, el cribado minucioso de las tierras extraídas de la cámara sepulcral permitió localizar algunos materiales trabajados sobre sílex, similares a los que vimos en los asentamientos de la comarca de Moncalvillo, y cerámicas con decoración campaniforme incisa que en su conjunto dieron una cronología de entre 4.000 y 3.700 años de antigüedad. En el ajuar hay que destacar el hallazgo de dos pequeñas cuentas de lámina de oro arrollada, que según Pérez Arrondo eran elementos decorativos prácticamente desconocidos en los ajuares del valle del Ebro. El dolmen Collado Palomero I es el de mayores dimensiones de los aquí descritos y desde nuestro punto de vista el más didáctico para entender cómo se construyeron estos monumentos funerarios.
Una vez elegido el lugar de su construcción, buscaban grandes losas de
piedra para formar la cámara sepulcral, que en el caso de Collado
Palomero I tenía tres por tres metros de planta y dos metros de altura.
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Una vez transportadas y levantadas las pesadas losas, que en algunos
casos superan los mil kilogramos de peso, procedieron al enterramiento
de los difuntos y cubrieron a continuación todo el conjunto con piedras
de gran tamaño compactadas con tierras, hasta formar el gran túmulo que
protegía e indicaba el lugar en el que estaba construida esta macro –
sepultura. En la siguiente imagen podemos ver sus grandes dimensiones
que alcanzan 20 metros de largo y casi tres metros de alto. |
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LOS PRIMEROS VESTIGIOS DE METAL. El avance que experimentan las sociedades Neolíticas fue tan importante que algunos especialistas lo han comparado con la industrialización. La destreza en la fabricación de instrumentos líticos les permitió realizar las tareas cotidianas con mayor eficacia, pero el gran avance tecnológico iba a completarse con la llegada del metal. El hombre Neolítico descubre primero el cobre y lo utiliza durante el periodo Eneolítico. Los punzones de cobre hallados en el domen Peña Guerra I son los primeros vestigios de la metalurgia en la comarca de Moncalvillo. Al mezclar el cobre con estaño consigue el bronce, material mucho más resistente. Los primeros instrumentos de bronce que llegan a la zona de Moncalvillo son importados, según los estudios realizados sobre una punta de lanza hallada en la dehesa La Verde de Navarrete. Esta punta de lanza apareció en el año 1970 durante los trabajos de roturación de la dehesa. En el momento del hallazgo la pieza estaba entera pero los obreros que la encontraron le rompieron la punta para ver de qué material estaba fabricada. La parte seccionada se perdió. Luego la recogieron los encargados de la finca Antonio Garrido y Félix Martínez que la tuvieron en su poder hasta el año 1979 que nos la entregaron para su estudio y custodia.
El estudio de esta pieza fue realizado y publicado por Antonio Madroñero
de la Cal, prestigioso técnico Arqueometalúrgico, e Hilario Pascual
González. La describen como una punta de lanza de enmangue tubular y
hoja con nervio, que en el momento de su estudio tenía las siguientes
medidas: |
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En este mismo estudio se incluye el siguiente análisis metalúrgico:
Ante la imposibilidad de extraer mucha viruta de la pieza sin deteriorar
su aspecto y museabilidad más de lo prudente, se ha renunciado a
efectuar un análisis de contenido en azufre y se ha limitado a un
análisis espectrométrico que arrojó los siguientes resultados: |
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Los primeros instrumentos de hierro llegan a la comarca de Moncalvillo a través de las rutas comerciales, y se inicia con ellos la Primera Edad del Hierro.
Más adelante los pueblos prerromanos aprenden a extraer el mineral y a
trabajarlo y comienza la Segunda Edad del Hierro o época Celtibérica.
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CLAVES PARA UN PROYECTO. El trabajo de campo realizado en la Dehesa de Navarrete, la Cumbre del Molino de Hornos de Moncalvillo y la Dehesa de Sorzano, permitió rescatar de las implacables “garras” del arado un importante repertorio de instrumentos líticos que serían publicados poco después por reconocidos especialistas. Entre las hachas pulimentadas halladas en la Dehesa de Sorzano, había un ejemplar con abundantes fósiles microscópicos (Ostrócodos) que fue estudiado en 1980 por José Miguel Barandiarán y otros arqueólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Dos años después, en 1982 Hilario Pascual González y José María Rodanés publican en la revista Cuadernos de Investigación (no existía todavía la Universidad de La Rioja) un buen trabajo sobre los materiales recuperados en la Dehesa de Navarrete. Poco más adelante vuelve a ser protagonista el asentamiento de Navarrete con el primer instrumento lítico fabricado por el hombre en la comarca de Moncalvillo. Hilario Pascual dedica un artículo específico a este bifaz y la catedrática de Prehistoria Pilar Utrilla Miranda lo incorpora en el catálogo del Paleolítico riojano. En esta misma época llega a las manos de Hilario una punta de lanza fabricada en bronce, cuyo estudio realiza con el arqueometalúrgico Madroñero de la Cal. Y durante los años 1979 y 1980 se realizan excavaciones arqueológicas en los dólmenes de Peña Guerra y Collado Palomero, bajo la dirección del profesor Carlos Pérez Arrondo, cuyos resultados se publican en 1984. Finalizado todo este proceso, los arqueólogos pasan el testigo a las Administraciones Públicas para su conservación. Pocos años después los asentamientos Neolíticos quedan arrasados al reconvertir el espacio arqueológico en terreno de cultivo, y desde entonces los últimos vestigios continúan “bailando” por los campos al ritmo que les marca el arado labrador. Los dólmenes de Peña Guerra y Collado Palomero quedan abandonados a su suerte y con el paso de los años embebidos por el monte. Por suerte, estos monumentos eran más resistentes que las frágiles chozas neolíticas lo que les permitió resistir la agresión de los agentes naturales. Pues bien, este sería a grandes rasgos el estado en que se encuentra el legado que nos dejaron las gentes que habitaron la comarca de Moncalvillo en el periodo Neolítico. Un panorama desolador que nos ofrece un único objetivo: los dólmenes de Nalda y Viguera, últimos vestigios arquitectónicos que podemos recuperar en el entorno de Moncalvillo ¿Qué podemos hacer? Sirva de muestra este botón: En el año 2004 se planteó un interesante proyecto orientado al conocimiento y divulgación del Patrimonio Histórico – Arqueológico – Etnográfico de la zona media del Iregua. Este proyecto fue promovido por la Asociación para la Protección del Patrimonio de Nalda (PANAL) y coordinado por la arqueóloga Pilar Pascual Mayoral. El programa fue estructurado a partir de las investigaciones más recientes de la historia de la zona, dando preferencia a los restos arqueológicos, artísticos, arquitectónicos e históricos del municipio de Nalda y su entorno. El contenido general quedó recogido en diez rutas que partiendo de la Prehistoria alcanzaban la fase final de la baja Edad Media, una de las cuales se ocupaba de los dólmenes de Peña Guerra. Habían pasado veinticuatro años desde que finalizaron las excavaciones arqueológicas en los dólmenes de Peña Guerra y desde entonces nadie se había ocupado de su conservación. Ante esta situación se planteó una intervención de limpieza y desbroce en los dólmenes y la apertura al tránsito humano del Camino de Trevijano, que en su día comunicaba el paraje de Peña Guerra con el pueblo de Nalda.
Esta actuación frenó la invasión de la maleza y dio vistosidad a los
monumentos megalíticos, pero este tipo de intervenciones deben repetirse
con cierta frecuencia en aquellos bienes patrimoniales situados a la
intemperie. |
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El proyecto incluía un curso titulado “Oferta turística ligada al Patrimonio Histórico”. Los participantes recorrieron las diez rutas propuestas y entregaron material fotográfico y cartografía de la zona. Con el material obtenido y la información histórica de las diez rutas turísticas, una de las participantes, Sandra Delgado, diseñó una colección de postales de divulgación turística basadas en los diferentes bienes patrimoniales de la zona, editadas posteriormente por PANAL.
Cerramos este trabajo con la postal
turística dedicada a los dólmenes de Peña Guerra. |
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BIBLIOGRAFÍA. PASCUAL GONZÁLEZ, HILARIO. “Útil paleolítico similar al de la Torrecilla (Calahorra) encontrado en Navarrete”, Calahorra, bimilenario de su fundación, Madrid, 1984, pags. 25 – 26. PÉREZ ARRONDO, CARLOS. “Aportaciones al estudio de la edad de los metales en el valle medio del Ebro. La cultura eneolítica en La Rioja”. Calahorra, bimilenario de su fundación, Madrid, 1984, pags. 27 – 45. RODANÉS VICENTE, JOSÉ MARÍA; PASCUAL GONZÁLEZ, HILARIO. “El yacimiento postpaleolítico al aire libre de La Dehesa de Navarrete (La Rioja)”, Cuadernos de Investigación, Historia VIII, LR, 1982, pags. 3 – 30. UTRILLA MIRANDA, PILAR; PASCUAL GONZÁLEZ, HILARIO. “Yacimientos musterienses en terraza del término de Calahorra (La Rioja), Amigos de la Historia de Calahorra, LO – 1981. UTRILLA MIRANDA, PILAR. “El Paleolítico en el curso medio del río Ebro: Calahorra y su entorno”, Calahorra, bimilenario de su fundación, Madrid, 1984, pags. 11 – 23. UTRILLA MIRANDA, PILAR. “Prehistoria en La Rioja: del Paleolítico a la Edad del Bronce”, La Rioja Tierra Abierta, Calahorra del 15 de abril al 30 de septiembre de 2.000, CD-ROM, LR-2.000, pags. 69 – 85.
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