San Esteban o San “Esteblanc” de Viguera.
Pedro García Ruiz.


INTRODUCCIÓN.

Comentan nuestros lectores que los cuadernos que venimos dedicando a San Esteban de Viguera son recibidos con agrado, aunque no falta quienes dicen que ya va siendo hora de que demos nuestra opinión sobre la reforma que ha realizado en esta ermita la Consejería de Cultura del Gobierno de La Rioja.
 

           
Portadas de los tres artículos dedicados a la ermita de San Esteban de Viguera.
 

Reconocemos que cuantos así piensan tienen toda la razón, pero Historias de Moncalvillo no es un instrumento político para alagar ni combatir a nadie, es una colección que nace para informar sobre Geología, Historia, Arqueología y Etnografía de la comarca de Moncalvillo.

Por esta razón, hemos preferido dedicar varios números a los avatares de esta ermita y comentar a continuación lo más significativo de su reciente historia.


PRINCIPALES REFORMAS EN LA ERMITA DE SAN ESTEBAN.

Las iglesias son entes vivos y ofrecen grabadas en su fisonomía las huellas y cicatrices producidas por el paso del tiempo y las intervenciones de los hombres y, en este sentido, la ermita de San Esteban no es un monumento excepcional.

Algunos historiadores del arte sitúan sus orígenes en el siglo VIII y, aunque no parece confirmarlo el primitivo arco de ingreso, podría establecerse la primera reforma hacia el siglo XII que se construye el ábside semicircular y se decora el interior con el repertorio pictórico que todavía se conserva.
 

                
Vista exterior e interior del arco primitivo después de la restauración de 2014.
 

La segunda actuación es la de 1953. Se reconstruye en este año la cubierta de la ermita y se aplica un zarpeado de mortero a buena parte del edificio.

En 1983 la Consejería de Cultura del Gobierno de La Rioja declara el edificio Bien de Interés Cultural e instala un vallado perimetral, para impedir el paso de ganado al interior del templo, que es renovado años después por otro de madera.

Se proyecta una cuarta actuación en el año 1998 con el fin de restaurar las pinturas murales, con fondos europeos y financiación de Caja Rioja, el Ayuntamiento de Viguera y la empresa Iberplaco. Además, se publica en este año el libro “Las pinturas de la ermita de San Esteban de Viguera”.
 


San Esteban de Viguera  y a la izquierda el vallado primitivo.
 

Y la última actuación es la que aquí tratamos. Comienza en septiembre del año 2014 y se anuncia su final en diciembre del mismo año.


DE SAN ESTEBAN A SAN ESTEBLANC de Viguera.

Las tareas de la última reforma se inician en San Esteban de Viguera a principios de septiembre del 2014, con la subida a la ermita a lomos de “Pequeña”, herramientas y materiales necesarios para la obra.
 


Diego conduce a la yegua “Pequeña” cargada de sacos de mortero de cal hacia la ermita de San Esteban. Crédito: Miguel Herreros.
 

El proyecto contemplaba la protección del edificio y un saneamiento de humedades, ocasionadas por una escorrentía que caía desde la peña, para lo cual se sellaron grietas y fisuras, se aplicó un revestimiento de todo el edificio con mortero de cal, y se canalizaron, por medio de un drenaje, las aguas pluviales.

Los que conocemos la orografía del antiguo reino de Viguera sabemos lo que supone alcanzar el abrigo de San Esteban, por lo que deberemos reconocer el esfuerzo realizado por los operarios de la empresa A.C.O., y también el de “Pequeña”, la yegua que subió a la ermita materiales y herramientas. 

Son de agradecer también los artículos publicados por Pilar Hidalgo y las fotografías que los ilustran, pues son la fuente de información que va a permitirnos opinar sobre los trabajos realizados en la iglesia viguereña.

En la edición del mes de octubre informaba esta periodista de las tareas de saneamiento que se estaban realizando en el interior del templo y de la meticulosa protección de sus pinturas del siglo XII.
 


Operarios de la empresa A.C.O. pican las zonas afectadas. Al fondo, pueden verse en el muro Oeste, las pinturas protegidas con papel japonés. Crédito: Miguel Herreros.
 

El día 20 de diciembre aparece un nuevo artículo. Su titular, “La restauración del desconcierto”, preveía a los lectores de un hipotético conflicto, que quedó confirmado poco después: “la ermita de San Esteban está dando que hablar una vez que los trabajos ya han concluido”, decía la reportera.  

Los vecinos de Viguera no estaban muy contentos con los resultados de aquella intervención: “antes no se veía desde la plaza del pueblo, pero ahora miras y ves una estructura blanca que queda fatal”, decía uno de ellos, mientras otro comentaba: “parece que la hubiesen enlucido como la fachada de una casa”.

Y efectivamente, la vieja ermita de San Esteban se había transformado en “San Esteblanc de Viguera”
 


San Esteblanc de Viguera después de la última restauración. Crédito: Pablo J. Rodríguez.
 

LOS ARGUMENTOS DEL DIRECTOR GENERAL DE CULTURA.

El Director General de Cultura no compartía aquellas opiniones y mostraba su entusiasmo por el éxito de la reforma: “el aspecto blanquecino que muestra ahora la ermita está más cerca del original que el que tenía”.

Y si quedaba alguna duda señalaba a continuación: “el acabado terroso que la gente recuerda no es la referencia que debemos tener”, por lo que animaba a los riojanos a disfrutar de un “fantástico momento para contemplar la ermita con el aspecto que la contemplaron sus primeros moradores”.
 


Vista del ábside de San Esteblanc después de la restauración de 2014. Crédito: Pablo J. Rodríguez.
 


Vista del muro Oeste de San Esteblanc después de la restauración de 2014. Crédito: Pablo J. Rodríguez.
 


LO QUE DECÍA LUIS ALBERTO MONREAL EN EL AÑO 1999.

Recurrimos a Luis Alberto Monreal Jimeno por ser Historiador, Profesor de Historia en la Universidad de Deusto. Su ámbito de estudio se centra principalmente en el Alto Valle del Ebro, en el marco cronológico del tránsito de la Antigüedad Tardía a la Alta Edad Media. Está interesado en el proceso de cristianización del valle, y ha estudiado tanto yacimientos arqueológicos como la arquitectura y la pintura de diversos espacios religiosos (iglesias, ermitas, cenobios y eremitorios), tratando de esclarecer las formas de vida y las influencias presentes en los primeros espacios religiosos cristianos de la zona.
 


San Esteban de Viguera es un ejemplo de los primeros espacios religiosos cristianos.
 

Es, por tanto, una persona capacitada para valorar edificios religiosos como el que aquí tratamos, y un especialista reconocido en el ámbito de la investigación. Además, Monreal Jimeno es autor del capítulo “Análisis arquitectónico de San Esteban de Viguera” que abre el libro “Las Pinturas de la ermita de San Esteban de Viguera”, publicado en el año 1999; por lo que nos encontramos ante uno de los investigadores que mejor conoce la arquitectura de esta iglesia. Tomamos de su estudio algunas reflexiones de interés:

“Una iglesia, tal y como nos ha llegado, es el resultado de sumar a la obra original una serie de aditamentos sucesivos que se incorporan a ella con la intención de completarla, ampliarla, mejorarla o adaptarla mejor a los tiempos”.

“Así muchas iglesias terminan archivando en sí mismas una sucesión de trabajos e intenciones a lo largo de las generaciones que les confieren un gran valor histórico, sobre todo si son de una cierta antigüedad”.

“Puede ocurrir que la calidad artística, por su parte, sea mayor o menor, pero el valor histórico queda atestiguado por las secuencias que encierran sus muros y que son reflejo de la historia de la colectividad, con sus épocas de plenitud y sus momentos de pobreza, despreocupación o abandono. Es la iglesia de la comunidad uno de los lugares donde con mayor éxito y precisión puede pulsarse la ideología de una sociedad, su grado de religiosidad o su nivel económico”.

”La intervención de los equipos de restauración en nuestras viejas iglesias deben tener siempre muy en cuenta estas ideas, porque a veces las restauraciones artísticas se han hecho buscando recuperar el edificio en su forma original, y haciendo desaparecer para ello las diferentes secuencias artísticas e históricas que a lo largo del tiempo se habían ido adhiriendo a la obra” (1999, p.18).

Y refiriéndose a los comentarios anteriores, dice a continuación: “la precedente exposición teórica puede servirnos para plantear el caso de San Esteban de Viguera”.


SOBRE LA MIMETIZACIÓN DE LOS MONUMENTOS.

Si queremos conocer un monumento mimetizado en el paisaje aconsejamos visitar las espectaculares ruinas del Monasterio de San Prudencio de Monte Laturce, situado al Este del castillo de Clavijo, a unos diez kilómetros de San Esteban de Viguera.
 


Vista del castillo de Clavijo y al fondo Monte Laturce, en cuya cumbre rezaba Ramiro I cuando se le apareció el Apóstol Santiago. En su ladera este, la oculta, se encuentran las ruinas del Monasterio de San Prudencio de Monte Laturce.
 

Este impresionante enclave religioso, con advocación a San Vicente en el siglo VI y a San Prudencio poco tiempo después, asoma al valle del Leza desde la cara Este de Monte Laturce, donde se libró la primera batalla contra los ejércitos árabes.
 


Vista del Monasterio de Montelaturce mimetizado entre el paisaje.
 

Al acercarnos a sus ruinas iremos descubriendo su monumentalidad y cómo se confunden con los riscos que cobijaron durante siglos el monasterio.
 


Vista de las ruinas del Monasterio de San Prudencio desde un punto más cercano.
 

En la imagen superior puede verse el efecto de la mimetización, que no es producida como consecuencia del paso de los siglos sino por el uso de materiales del terreno para construir las dependencias monacales.

Una prueba de ello la tenemos en la portada de su iglesia. Presenta un arco ligeramente apuntado y decoración de puntas de diamante, que recuerda la Iglesia – Hospital de San Juan de Acre, construida a finales del siglo XII.

La portada de San Prudencio se construye en épocas de esplendor. Está trabajada sobre piedra arenisca, procedente probablemente del valle ya que en esta zona no existen formaciones con esta composición geológica.

Su construcción en el siglo XII la convierte en una de las obras más antiguas del monasterio, pero curiosamente es la memos afectada por el fenómeno de la mimetización, lo cual quiere decir que no es el tiempo de exposición a la intemperie el factor principal de la mimetización, sino que este fenómeno visual fue provocado por el uso de materiales de su entorno durante su construcción.
 


Portada de la iglesia del monasterio  de San Prudencio de Monte Laturce.
 

CAL Y PIGMENTOS.

Recordamos lo que decía Luis Alberto Monreal sobre la construcción de San Esteban de Viguera: “Los materiales son de mampostería unida con argamasa y un enlucido exterior grueso, con fuerte contenido de cal, que vendría a regularizar los toscos materiales, generalmente cantos rodados de arenisca, ofrecidos por la propia roca del lugar” (1999, p.21).

La cal ha sido utilizada en La Rioja desde hace más de dos mil años, como nos muestra el puente que construye en el año 9 a.C sobre el Cidacos el emperador Augusto a las puertas de Calagurris. Continúa empleándose en la Edad Media y es comercializada hoy como material de construcción.
 


Gran bloque de hormigón romano, a base de cal, piedra de río y tégula machacada, correspondiente a una de las pilas del puente romano sobre el Cidacos. 
 

En las necrópolis medievales se utiliza en polvo como preventivo de enfermedades, y ya en el siglo XIX que se prohíbe enterrar dentro de las iglesias, los pueblos de La Rioja construyen sus cementerios alejados de los núcleos de población y la cal deja de ser necesaria. No obstante, en estado líquido continúa utilizándose para pintar fachadas y paredes.

En el momento del secado adquiere una dureza extraordinaria y si es utilizada sin las mezclas adecuadas se agrietará. Por esta razón, en los proyectos de las primeras carreteras asfaltadas riojanas decían los ingenieros de caminos: “los morteros a utilizar tendrán tres cuartas partes de cal y una cuarta parte de arena”.
 


Desagüe del circo máximo romano de Calagurris (Calahorra). Obra pública del Siglo I.
 

El fragmento de desagüe del circo máximo de la ciudad romana de Calagurris que mostramos en la fotografía superior, conserva todavía el enlucido que aconsejaban aplicar los ingenieros romanos para evitar filtraciones.

La argamasa empleada está compuesta de cal y restos de cerámica de mesa, muy machacados que, a modo de desgrasantes, evitaban el agrietamiento de la mezcla.

La cal conserva en cualquiera de sus estados el blanco original pero si la envolvemos con elementos cerámicos, la mezcla resultante mostrará una tonalidad rosácea, como sucedió en el enlucido interior del desagüe del circo máximo romano.

Mostramos otro ejemplo de una construcción civil de época imperial. Al ampliar la carretera LR-137, en el tramo Entrena – Navarrete, fue seccionado el extremo oeste del Cerro de Santa Ana, yacimiento arqueológico de época celtíbera que continúa habitado en época romana, quedando a la vista estructuras murarías y un aljibe para almacenamiento de líquidos.
 


Aljibe cortado por las obras de la LR-137. Cerro de Santa Ana. Entrena.
 

También en este caso se utiliza argamasa de cal mezclada con materiales cerámicos tales como sigillata, tégula y ladrillo, machacados todos ellos, que aportan a la mezcla el color rojizo que vemos en la imagen superior.

En el siglo VII se conserva la tradición romana de mezclar elementos cerámicos con cal, como sucedió en la iglesia visigótica de Santa María de Rute, situada en jurisdicción de Ventas Blancas, aunque conviviendo con morteros de cal y arena.
 


Santa María de Rute catalogada en el siglo VII. En sus descarnadas estructuras pueden verse dos tipos de morteros de cal, con mezcla de elementos cerámicos y con arena.
 

Para el siglo XII, época que se construye el ábside semicircular en San Esteban y se embellece su interior con pinturas murales, desaparece el uso del signinum romano.

En la iglesia de San Vicente de Murillo del río Leza, cuya obra coincide en el tiempo con la gran reforma de San Esteban, los componentes de los morteros son en su totalidad cal y arena y sus pigmentos aportan a la mezcla un tono amarillento, tipo hueso o marfil.
 


Portada de la iglesia de San Vicente de Murillo del río Leza. La Rioja
 

Son algunos ejemplos que sirven para demostrar que a la hora de valorar el fenómeno de la mimetización de un monumento, hay que tener en cuenta los componentes de los morteros.


NUESTRA VALORACIÓN DE LA ÚLTIMA REFORMA.

Tenemos la sensación de que la última reforma realizada en San Esteban de Viguera, con inversión exclusiva de la Consejería de Cultura del Gobierno de La Rioja, será durante tiempo tema de debate.

Desde Historias de Moncalvillo hemos querido dar nuestra opinión por tratarse de un relevante bien patrimonial de la comarca, y porque probablemente no se entendería muy bien nuestro silencio, de manera que pasamos a comentar lo más significativo de esta intervención.

La reforma interior.

La reforma interior del templo ha finalizado correctamente, aunque debemos señalar que no estamos capacitados para valorar en qué medida ha podido afectar a las pinturas del siglo XII.

Respecto al color que han aplicado en el muro Sur, el más afectado por la humedad, creemos que hubiese sido más acertado un tono más oscuro para conservar el ambiente de penumbra que acerca al visitante hacia la luz del ábside, la luz y las tinieblas que evoca la voz del Creador..

La reforma exterior.

Según el informe que aporta a la prensa la Consejería de Cultura, la intervención en San Esteban de Viguera se ha centrado en el saneamiento de los muros interiores y la protección de sus pinturas.

Para solucionar este problema se ha realizado un saneamiento de los muros interiores, un revestimiento exterior del edificio con mortero de cal, y el saneado de la cimentación por medio de un drenaje perimetral. Esta intervención se da por finalizada el 20 de diciembre de 2014.

La construcción de un drenaje para proteger el edificio es para nosotros una decisión acertada. En la visita del día 9 de febrero vimos que las aguas que caen de la escorrentía continúan embalsándose junto a la ermita por no tener fácil salida hacia la terraza inmediata inferior.

También nos parece un acierto dejar a la vista algunos elementos arquitectónicos significativos, y muy especialmente el arco del acceso primitivo. Y suponemos que serán ilustrativos en las visitas los escasos paños de enlucido anteriores al zarpeado de 1953. Pero, desgraciadamente, no podemos decir lo mismo sobre el revestimiento del edificio con mortero de cal.
 


Vista del lado nordeste de San Esteblanc. En la parte baja del ábside se aprecia el revoque primitivo del muro y la piedrilla que corona el drenaje. Crédito: Pablo J. Rodríguez.
 

Hasta la intervención del año 2014 la iglesia de San Esteban mostraba las huellas y cicatrices que dejaron en sus estructuras las diferentes intervenciones realizadas por el hombre.

Mimetizada entre los gigantes conglomerados causaba fascinación a cuantos alcanzaban el abrigo que la cobija, pero todo aquello se acabó al aplicar un manto de mortero blanco.
 

       
Véase la diferencia de color entre San Esteblanc y San Esteban de Viguera.


LA ÚLTIMA NOTICIA.

La nueva imagen de San Esteblanc pronto se divulgó en las redes sociales. La página web de la Asociación Amigos de La Rioja publicó la denuncia de Pablo J. Rodríguez en la que describía la reforma como un expolio sin precedentes.

También se hacía eco de ello el blog Cascotes, especialmente crítico con temas de patrimonio, y suponemos que sucedería lo mismo en otros foros que no conocemos.

Pocos días después, recibimos otra terrible noticia: el recién estrenado mortero lo habían recubierto con pintura de la casa Weber.pral, para ocultar su criticado aspecto.

No entendíamos nada. Así que decidimos subir a San Esteblanc, pero aquel mismo día comenzó a nevar y hubo que retrasar el viaje hasta el 9 de febrero.

El ascenso al abrigo de San Esteblanc fue muy agradable. Nos recibió una vistosa escultura que fue formándose con las gotas de agua que vertía aquella escorrentía que citaba Pilar Hidalgo, y que a modo de cencelladas o escarchadas, fue convirtiendo en hielo el fío de la noche.
 


Formación de hielo a las puertas de San Esteban.
 

Pero la gran sorpresa llegó cuando descubrimos el nuevo aspecto de San Esteblanc. Esperábamos encontrar un edificio blanco, similar al que mostraban las imágenes que circulaban por la red, pero el revestimiento de Weber.pral, la había transformado en un edificio impersonal.
 


Vista del lado Sur de San Esteban con su nuevo tono Weber.pral.
 

Finalizada la tarea comenzó el descenso. Mientras bajaba la empinada senda recordaba la entrevista del 20 de diciembre: “el aspecto blanquecino que muestra ahora la ermita está más cerca del original que el que tenía”, decía el señor Pérez Pastor convencido de que “el acabado terroso que la gente recuerda no era la referencia que debíamos tener”, y su llamamiento a que disfrutásemos de “un momento fantástico para contemplar la ermita con el aspecto con el que la contemplaron sus primeros moradores”.

Y no conseguía entender cómo se pudo aplicar sobre aquel mortero blanco “que iba a permitirnos contemplar la ermita con el aspecto que la contemplaron sus primeros moradores”, un capa de pintura si su anterior “aspecto blanquecino estaba más cerca del original que el que tenía”.

No encontraba explicación. Así que entregué las llaves en la Venta de la Paula y continúe mi viaje hacia Logroño, aunque recordando otros comentarios como el que se decía: “la roca meteorizada, ayudada por la corriente de agua y viento había impregnado la superficie de los revestimientos de tonos marrones”.

Y otros de carácter geológico con los que se trató de justificar el fenómeno de la mimetización sin tener en cuenta el uso de materiales de la zona durante la construcción del edificio.

Si el alarife que dirigió la construcción de San Esteban y el que realizó la gran reforma hacia el siglo XII, así como los albañiles que reconstruyeron su cubierta y aplicaron el zarpeado en el año 1953, utilizaron mampuestos de la zona, no sería descabellado pensar que la arena empleada en los morteros fue recolectada en el inmenso acopio que les ofrecían los conglomerados que cobijan el santuario, teniendo en cuenta, sobre todo, que el acceso a San Esteban alcanza en algunos puntos el 30% de desnivel.

Respecto a los problemas que causaba  una escorrentía en el interior del edifico también hay algunas cosas que comentar, pues no es tan peligrosa como podemos imaginar.

La mayor parte del agua que esta escorrentía vierte cae a tres o cuatro metros del edifico, como puede comprobarse en la siguiente fotografía, aunque ya convertida en hielo.
 


Véase la formación de hielo a unos tres metros de la ermita.
 

También hay que señalar que no son chorros de agua, sino gotas que se van rompiendo mientras descienden y con la ayuda de las bajas temperaturas se van transformando en “gélidas esculturas”.

Cierto es que si el viento sopla del Sur, una parte de estas gotas caen sobre el extremo Surdeste de la cubierta, por lo que quizás hubiese sido suficiente sanear la zona afectada, con un tratamiento de mortero de cal y arena de la zona, y evitar el revestimiento completo del edificio.
 


Vista del lado Oeste de San Esteban con su nuevo color.
 

A MODO DE CONCLUSIÓN.

Tenemos la sensación de que la polémica sobre las últimas reformas en San Esteban de Viguera continuará durante algún tiempo, teniendo en cuenta que han sido realizadas sobre un monumento declarado Bien de Interés Cultural.

Desde nuestro punto de vista es necesario explicar todo cuanto se ha dicho sobre esta actuación y también porque se ha dicho, y sería deseable que estas explicaciones vayan acompañadas de argumentos más consistentes que los anteriormente utilizados.

Consideramos la última reforma una actuación desafortunada. Suponemos que estará amparada por leyes y normativas que regulan la conservación y restauración de monumentos, pero hay que recordar que toda ley tiene su excepción, y San Esteban de Viguera es una de ellas.

Las consecuencias de esta actuación que no pueden ser pesadas, medidas ni calibradas por leyes ni normativas, pues son contemplación y sensaciones, gustos y placer, paz y fascinación, son sensibilidades que dormirán para siempre bajo un blanco manto de mortero de cal.

No hay vuelta atrás. Solo queda por tanto esperar otras opiniones, que tarde o temprano llegarán, y mientras tanto, dejamos un consejo a nuestros lectores que escuché hace años a un fraile franciscano y que puede servir para sopesar el rigor de cada una de ellas.

El autor: el Padre Sierra. El consejo: este que reproducimos a continuación.

“Si pierdes la cartera rézale a Dios para que no la encuentre un moralista, porque buscará cien razones para quedarse con ella”.
 


BIBLIOGRAFÍA.

GIL, RAFAEL. “Notas sobre la ermita de San Esteban de Viguera”, Berceo, 24, Logroño, 1952, pags. 451 – 455.

HIDALGO, PILAR; HERREROS, MIGUEL. “Una yegua en el tajo de la ermita de San Esteban”, Diario La Rioja, Logroño, 19 de octubre de 2014. http://www.larioja.com/la-rioja/201410/13/yegua-tajo-ermita-esteban-20141013004413-v.html

HIDALGO, PILAR. “La restauración del desconcierto”, Diario La Rioja, nº 40.919, Logroño, 20 de diciembre de 2014, p.4.

MONREAL JIMENO, LUIS ALBERTO. “Análisis arquitectónico de San Esteban de Viguera”, Las pinturas de la ermita de San Esteban de Viguera, LR-1999, Pags. 17 – 36.

RODRÍGUEZ, PABLO J. “Ermita de San Esteban en Viguera”, Asociación Amigos de La Rioja.

 http://www.amigosdelarioja.com/patrimonio/Viguera_ErmitaSanEsteban/ErmitaSanEsteban_1.htm
 

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